3.04.2009

Sobre lo mexicano: Realidad y Propuesta


El concepto de lo mexicano no existe. Existen al menos dos formas de existencia de las cosas. La primera consiste en la existencia tal como nosotros existimos: físicamente, como algo tangible, vivo, cambiante. La segunda es la existencia ideal, la existencia de la forma o, como diría Platón, la existencia en el Topos Uranus. Lo mexicano sólo tiene la primera forma de existencia. Esto es peculiarmente llamativo porque lo mexicano debiera tener una representación ideal, es decir, un mexicano debería poder definirse, más que poder hacer una descripción de sí mismo.



Pero, ¿será verdad que lo mexicano no existe? Pensemos un momento en ello. ¿Qué es un mexicano? ¿Un español?, ¿un indio?, ¿un descendiente europeo?, ¿un imitador del american way of life?, ¿una mezcla de todas? Uno estaría tentado a responder afirmativamente a ésta última, sin embargo, lo sería sólo si la mezcla fuera, abusando de la terminología científica, homogénea. Es decir, que sus partes no se distinguiesen, si fuera una entidad indivisible. Pero esto es falso en el caso de lo mexicano, sino ¿cómo es que pudimos decir que somos una mezcla?



Samuel Ramos en su libro El Perfil del Hombre y la Cultura en México , explica la falta de una nacionalidad como consecuencia o bien de la imitación de lo extranjero, o bien como consecuencia de un nacionalismo mal razonado. En lo particular, apoyo ambas ideas. Sea cual sea la forma de crear nuestra nacionalidad, ésta debe necesariamente ser asimilada, ambientada, adecuada a nuestras condiciones. El punto es: llevamos alrededor de trescientos años de vida independiente, de habernos emancipado de la corona española, de haber decidido que podríamos ya no ser ni españoles, ni criollos, ni indios, sino en verdad mexicanos. ¿Qué ha faltado para poder lograrlo?



Aquí difiero grandemente del escrito de Samuel Ramos. Yo creo en la fuerza de la puerilidad de los jóvenes, en la posibilidad de crear algo de la nada, pero algo, eso sí, bien reflexionado. Ese espíritu rebelde talvez se vea más clara y a la vez menos despectivamente visualizada si tomamos ahora no a los jóvenes como representantes de esta idea, sino, por ejemplo, a organizaciones como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).



El subcomandante Marcos ha dicho, en más de una ocasión, que su finalidad es poner de cabeza al país, destruirlo, pero no con el afán de sólo destruirlo, sino para volver a crearlo, volver a empezar. Repito, quizá parezca una idea pueril, hippie, anarquista, etc. Pero hay veces que una cosa está tan mal hecha que es mejor comenzarla de nuevo.



Este nuevo comienzo debería ser de un tipo nacionalista empapada de un humanismo universal, siguiendo los preceptos dictados por Samuel Ramos. Este nuevo nacionalismo no es necesario buscarlo basándonos en el exterior. Efectivamente, el nacionalismo es un concepto nacido en Europa , pero lo que se buscaría no sería la implantación de un sistema Nazi, ni un fascismo italiano. Tampoco se trataría de imitar la cultura universal francesa, ni la inglesa. Ya se ha visto que con todo y su universalidad y humanismo, esos sistemas no son perfectos .



El nacionalismo del nuevo México debería buscarse en nuestro pasado indígena. ¿Por qué? Porque de todas las influencias que pudieron haber aportado algo al mexicanismo amorfo, la cultura mesoamericana es la que más se ajusta a nosotros. Suponiendo que de alguna forma somos una mezcla de lo estadounidense, español, francés, etc., homogeneizada por la agitada historia, todas esas influencias son ajenas excepto la indígena.



La cultura mesoamericana, casi aniquilada por los colonizadores españoles, es la más adaptable a nuestras características. De ninguna forma estoy diciendo que el imperialismo azteca hubiera sido mejor que esto (aunque talvez lo haya sido), sino que algunas formas de organización antiguas son las que podrían ayudarnos. Para empezar tenemos el régimen de la propiedad comunitaria de la tierra. La lucha de Zapata en la revolución (bajo el lema de ¡Tierra y Libertad!), las reformas agrarias en el régimen de Lázaro Cárdenas (incluyendo además la expropiación del petróleo) y la actual lucha del ejército zapatista tienen ese trasfondo. Y es que, al menos en este sentido, la organización azteca tenía algo de socialista.



Actualmente el régimen de propiedad de la tierra es sumamente injusto. La tierra pertenece a unos cuantos. Expresa el Subcomandante Marcos: “Rebelde somos porque es rebelde la tierra, y hay quien la vende y compra como si la tierra no fuera y como si no existiera el color que somos de la tierra” . Un ejemplo de este problema son los apoyos al campo que brinda el gobierno federal. Dichos recursos se destinan por unidad de área. El problema es que grandes cantidades de tierra pertenecen a una sola persona y, por lo tanto, gran cantidad de recursos se destinan a dicho propietario, que además es en realidad un empresario.



A diferencia de los Norteamericanos que tenían miedo de mezclar su sangre con la de los indios de esas tierras, o de los alemanes que despreciaban las razas diferentes a la aria, en México fueron los colonizadores quienes arruinaron la sangre indígena, tan culta, tan refinada, tan cercana a la naturaleza.



Otra elemento que considero faltante pero importante, es la existencia de un Destino Manifiesto. No se trata de inventar un destino ni de engañarnos a nosotros mismos. Sin embargo, considero que esto sería vital para tener una guía que seguir, un algo que nos diga que lo que estamos haciendo es correcto. La Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto de Estados Unidos fueron ambos un catalizador para su imperialismo yanqui. En el caso del Imperio Azteca, al salir de Aztlán, el grupo tenía claro un Destino Manifiesto: ellos llegarían a un lago en el que encontrarían un islote donde habría un águila devorando a una serpiente encima de un nopal y desde allí dominarían el mundo. Y en realidad lo lograron. Llegaron a dominar su mundo mesoamericano.



¿Qué pasa con los mexicanos? No tenemos nada qué seguir. No tenemos ideales claros. A un francés podríamos asociarle la cultura, a un alemán la filosofía... aun mexicano no se le puede asociar algún valor que no sea denigrante.



Samuel Ramos afirma que los jóvenes no tenemos la madurez necesaria para hacer cambios o para proponer cambios coherentes. A esta juventud apasionada él le llama la juventud utopista . Puede que lo que él dice sea cierto o parcialmente cierto. Es posible que, por ejemplo, mi visión de la realidad nacional esté distorsionada o mal fundamentada. Pero hay algo que no podemos negar: difícilmente los cambios llegarán desde la generación madura. Ellos han estado desde hace mucho tiempo a cargo del país y no ha cambiado nada de forma significativa. Considero que es preferible proponer cambios e irlos adecuando en el camino a no proponer nada. Es verdaderamente triste ver cómo los mexicanos estamos acostumbrados a dejar pasar las cosas, a ser, como dice Ramos, seres pasivos. Yo creo que si una descripción se ajusta más a la de un mexicano, no es tanto la desconfianza, sino la pasividad. Esa maldita pasividad que nos hace aceptar las cosas tal y como son. Y si proponer cambios es propio de una juventud utópica, me siento orgulloso de ser parte de ella.